Para los grandes productores que lideran la protesta, el Estado no debería intervenir en el negocio de granos y carnes, dejando que el mercado (o sea los monopolios) lo regule. Pero a nivel mundial hay cada día más intervención estatal por la crisis.
A lo largo de 2007 hubo una impresionante suba en la cotización de los granos, que golpeó duro en las familias más pobres del mundo. Algo más de 800 millones de personas componen ese segmento más vulnerable, que pasan hambre; de ellos 200 millones viven en nuestra región latinoamericana.
La contracara de ese fenómeno fue la evolución de las multinacionales cerealeras. Cargill reportó una ganancia neta de 1.000 millones de dólares en su tercer trimestre fiscal finalizado en febrero de 2008. Aumentó el 86 por ciento en comparación con el mismo lapso del año anterior.
Sin llegar a esas magnitudes, fue extraordinaria la ganancia de los Grobocopatel, Ledesma, Don Mario, Dreyfus, Cresud, AGD y la misma Cargill en estas pampas.
Uno de los aspectos positivos que puede dejar el prolongado lock out agropecuario liderado por la Sociedad Rural, continuado ahora por un “plan de lucha”, es que puso sobre el tapete ese encarecimiento de los alimentos y la cuestión de quién se lleva la parte del león de la rentabilidad sojera.
Los mencionados pulpos y demás exportadores pusieron el grito en el cielo ante el aumento de las retenciones dispuestas por el gobierno, así como ante las limitaciones a las exportaciones de carne y trigo.
El conflicto alentó la inflación, con aumentos de precios en la canasta familiar que luego bajaron en pequeña medida. Como aquí el tema inflacionario tiene una larga historia y se discutió mucho por la injerencia del PEN en el Indec, muchos pudieron creer que la inflación era también, como la disputa por las retenciones, un problema argentino. No es así. Es un certamen internacional, que también se disputa en nuestro territorio.
Y la discusión amplió su contorno a mediados de abril, cuando en la reunión anual del Banco Mundial y el FMI se oyó a sus directivos alertar contra el aumento del precio de los alimentos. Su advertencia no tenía un sentido compasivo por los que sufren hambre, sino más bien llamar la atención de los gobiernos para que tomen medidas. Temen que esa crisis de estómagos vacíos pueda producir cataclismos sociales y hasta revoluciones.
Robert Zoellick, del BM, y Dominique Strauss-Khan, del Fondo, subrayaron que en menos de dos meses el arroz había subido un 75 por ciento. El trigo el 120 por ciento en el último año. La soja el 87 por ciento. Y así los demás granos.
En cuanto a la suba de alimentos, el director del Banco Mundial de los programas de políticas económicas y reducción de la pobreza para América Latina, Marcelo Giugale, los ponderó en el 48 por ciento en 2007. Esas cotizaciones están empinándose en el corriente año y seguirá la tendencia en 2009, según sus estudios .
Aumento de los alimentos e inflación ponen en marcha la fábrica de pobres, que nunca detiene sus motores en países como el nuestro. La pobreza ya abarca en Argentina al 30 por ciento de la población, 11,5 millones de personas, de las cuales 2 millones pasan hambre. El Indec sostiene que la cifra es menor, del 23 por ciento. Sea cual fuera, una barbaridad.
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