Santa Cristina, virgen de toda austeridad, suele hacer apariciones asombrosas en Bal Harbour o Nueva York, muy lejos de su Santa Cruz original. Predicadora de la palabra del Santo del Atril y de la Caja, modernizó entre los feligreses la vieja fórmula para persignarse al reemplazar los objetos de culto. Al llevarse la mano a la cabeza dice “en el nombre de Sanders” (el creador de sus extensiones), “de Gucci” (se toca el cinturón) y “de Louis Vuitton” (señalando su equipaje de mano). Para que la estampita

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